La interpretación de las obras de arte siempre ha sido un ejercicio interesante que en el caso de la pintura preferentemente han realizado los críticos y los académicos. Dicha interpretación tiene un componente de traducción o codificación que, en el fondo, no dejar de ser un esfuerzo por trasvasar ideas de un lenguaje a otro, por ejemplo del pictórico al literario. Ese ejercicio a la inversa lo han realizado habitualmente los pintores cuando se han apoyado en la mitología o la religión para crear sus obras. Estos trasvases, de hecho, se dan entre cine y literatura, puesto que adaptar al lenguaje audiovisual una obra literaria, o un guión implica precisamente un ejercicio de traducción, no exento de creatividad.
En esta línea, se mueve un curioso libro titulado Las historias secretas que Hopper pintó escrito por Erika Bornay. Me ha resultado llamativo, en primer lugar porque Edward Hopper (1882-1967) es una de mis pintores favoritos, y muchas de sus obras más representativas son consideradas por los expertos muy cinematográficas, en el doble sentido; es decir han influido en muchos cineastas, pero también este artista norteamericano declaró desde muy joven su interés por el cine. Así, el mismo Alfred Hitchcock admitió su atracción por el mundo pictórico de Hopper, hasta el punto que la casona en la que se desarrolla gran parte de la trama del filme Psicosis (1960) está inspirada en el cuadro 'Casa junto a las vías de tren', pintada por Hopper treinta y cinco años antes.
Pues bien, el libro de Erika Bornay nos hace una llamativa propuesta, consistente en elaborar una narración a partir de algunos de las pinturas más representativas del pintor nacido en Nyack (Nueva York). De esta manera, el universo de Hopper que explora la soledad, nos presenta individuos aislados en paisajes urbanos, mujeres ensimismadas en habitaciones de hotel o paisajes bañados por luces diáfanas e inquietantes, toma forma de historias donde estos personajes y paisajes pintados cobran vida.
Pintar historias o contar cuadros. La frontera entre estas formas narrativas se vuelve tenue en las páginas de este libro, donde los relatos imaginados por la mirada de Erika Bornay, a partir de las pinturas de Hopper, proponen historias poniendo en movimiento a los personajes atrapados en sus cuadros; y a la vez, invita a sus lectores a realizar el mismo ejercicio creativo.
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