sábado, 21 de marzo de 2015

La búsqueda de Cervantes






El pasado 23 de febrero, casi un año después de que comenzara la investigación, se produjo el hallazgo de los restos de Miguel de Cervantes, el creador de la mejor novela escrita en castellano de toda la historia de la literatura, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicada en 1605. La investigación se realizó en la cripta de la iglesia de las monjas Trinitarias Descalzas en Madrid. El escritor había expresado su deseo de ser enterrado en ese convento porque  era vecino del barrio, residía en la calle perpendicular, calle del León, esquina con Francos, hoy Cervantes; se trataba de las monjas protegidas del conde de Lemos, a quien Cervantes dedicó el Quijote; y en el convento estaban su hija natural, Isabel de Saavedra, que asumió el nombre de sor Antonia de San José, al igual que su madre, quien pasó a llamarse Mariana de San José.

Cervantes fue enterrado el 23 de abril de 1616 y amortajado con el hábito de la Orden Tercera (la seglar) de San Francisco. en algún momento sus restos fueron trasladados a un enterramiento común, en el subsuelo de la cripta. Los restos de Cervantes y de su mujer fueron trasladados entre 1698 y 1730, durante la reforma de la iglesia conventual a la sede actual y ahora han sido hallados con desechos de unas prendas litúrgicas, además de una moneda de 16 maravedíes de finales de siglo XVII, de la época de Felipe IV, que coincide el periódo en que se debieron trasladar los restos. Hay vestigios de un mínimo de cinco niños y un mínimo de diez adultos (cuatro hombres, dos mujeres, dos indeterminados y dos cuerpos más, probablemente también varones). Los restos de Cervantes se han encontrado fragmentados y mezclados, junto con los de los otros 16 difuntos, incluida su esposa, Catalina de Salazar, en una sepultura situada en el extremo del suelo de la cripta del convento.

Los huesos fueron reunidos en un enterramiento situado a 1,35 metros de profundidad en torno a 1730, un siglo después de la muerte del escritor. Tal reducción de restos obedeció al traslado entre 1673 y 1698 de la iglesia primitiva a otra de nueva construcción, ambas dentro del perímetro conventual. Los vestigios óseos más atribuibles a Cervantes son los de cuatro adultos, concretamente una mandíbula que registra caídas de piezas dentales en vida, lo que concuerda con el texto en el que se describe a sí mismo en el prólogo de sus Novelas Ejemplares:

“Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha , y del que hizo el Viaje del Parnaso , a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria”.

Se conocía que Cervantes se encontraba enterrado en el convento de las monjas Trinitarias desde hacía mucho tiempo. En 1869, la Real Academia de la Lengua, dirigida por Mariano Roca de Togores, marqués de Molins, ordenó una investigación. Tras cuatro sesiones, el director acreditó, el 10 de marzo de 1870, “el gran valor probatorio” de que los restos estaban allí. La historia completa de esta investigación la redactó Molins en una memoria titulada ‘La sepultura de Miguel de Cervantes.’

La actual investigación fue aprobada por la Comunidad de Madrid y el Arzobispado de Madrid, que autorizaron al Ayuntamiento la exploración científica a partir de enero de 2014. La primera fase de estudios geofísicos se desarrolló bajo la dirección de Luis Avial, mentor con Fernando Prado del proyecto. La segunda fase se inició en enero de 2015, bajo la dirección del médico forense Francisco Etxeberria.

Además del estudio histórico realizado, que ha permitido identificar las dos iglesias donde reposaron los restos de Cervantes y su posterior traslado, el equipo arqueológico ha empleado técnicas avanzadas. Por ejemplo, para determinar dónde se localizaban los cuerpos enterrados y qué niveles había en el suelo de la cripta del nuevo convento, emplearon un escáner 3D. El equipo científico localizó dos zonas de interés: una situada en el suelo con tres niveles de enterramiento y otra en la pared norte del convento. Antes de abrir los nichos de esta pared, los científicos exploraron su interior mediante el uso de cámaras endoscópicas. Las dos primeros niveles corresponderían a restos de fallecidos entre el siglo XVIII y XIX. Es el tercer nivel el que realmente ha interesado a los científicos, pues aquí se encuentran los restos correspondientes al siglo XVII.

Los resultados presentados el día 17 de este mes, se consideran consistentes desde un punto de vista científico, pero no definitivos. Fundamentalmente, por carecer de elementos de cotejo, como el ADN. Pese a ello, se admite que no hay discrepancia alguna entre los historiadores, arqueólogos y antropólogos del equipo en torno a la localización de los huesos.