La televisión es un problema en España desde un punto de vista educativo. Estamos hablando de un medio de comunicación cuya principal característica en cuanto a su difusión, es su acceso al 98 % de la población. Concebido en buena medida como un negocio por sus responsables, parece que no haya criterios éticos, estéticos o sociales a respetar. La impresión es que vale todo con tal de ganar audiencia y por tanto publicidad e ingresos económicos.
Hace tres años el Gobierno español promovió una serie de medidas destinadas a proteger los horarios supuestamente infantiles. Los responsables de las televisiones generalistas, tanto públicas como privadas, firmaron en diciembre de 2004 un código ético y establecieron franjas de protección para los menores. Estas iniciativas trataban de converger con la normativa de la Unión Europea que plantea esta regulación horaria. El código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia, fijaba como tramos especialmente protegidos de 8.00 a 9.00 y de 17.00 a 20.00 de lunes a viernes. Esta iniciativa pretendía la no emisión de programas perjudiciales para menores y publicidad nociva.
Recientemente la vicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega ha convocado una reunión con los operadores estatales para revisar esta cuestión dados los casos de alarma social que la emisión de determinados programas, vinculados a la llamada telebasura, está causando y la total indiferencia de los operadores de televisión hacia las iniciativas de autorregulación.
El hecho de que la educación esté quedando sepultada por intereses económicos, políticos o pseudoculturales en la sociedad actual cobra una gran visibilidad en la programación de la televisión. Especialmente en el caso de los operadores privados como Antena 3 o Telecinco la programación infantil queda directamente relegada a la publicidad. A los anuncios que se emiten directamente para los niños y niñas. No existe una programación específica. Sin embargo, estas cadenas están disfrutando de unas concesiones de canales en las que no consta el retracto como servicio público. Parece por tanto, que el negocio no tiene límites. De hecho la televisión actual es la viva imagen de una sociedad abocada al consumo sin límites aparentes.
La programación actual de los canales generalistas públicos y privados en horario infantil, estableciendo la salvedad de algunos segundos canales como La 2 de TVE, es realmente grotesca, a modo de un escaparate en el que no paran de aparecer personas incultas, agresivas, hablando -es un decir-, sin conocimiento de causa sobre lo divino y lo humano, abordando temas personales en tertulias patéticas que deberían producir vergüenza ajena y pasando por encima de valores como el respeto, la capacidad de convivencia o el derecho a la intimidad.
Como colofón, en diferentes programas de entretenimiento aparecen cada vez en mayor número niños y niñas que tienen que resultar graciosos y ocurrentes para diversión del público. ¿Hasta dónde va a llegar este circo?
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