Con el título citado arriba Jenny Lyn Bader ha publicado un artículo en The New York Times (consultado el 27/09/2007) en el que hace una reflexión sobre la pérdida de la memoria como herramienta mental en una época en la que hay más información que nunca. A continuación se reproducen algunos fragmentos del texto.
Se ha vuelto fácil olvidar cómo enseñar a los jóvenes a recordar. El ideal victoriano del conocimiento enciclopédico ha desaparecido. Con la actual explosión de información, nadie podría saberlo todo. Además, nadie se siente motivado para saber siquiera un poco, y desde luego no por la vía de memorizarlo.
Conforme aumenta el espacio de almacenamiento en los chips del ordenador, el almacenamiento humano de datos mengua. Con los teléfonos móviles, ya nadie se sabe los números de teléfono. Los mecanismos de búsqueda en Internet se multiplican, y las cosas que antes confiábamos a nuestro cerebro, las tenemos ahora en las puntas de los dedos siempre que seamos capaces de recordar las contraseñas.
Los discursos y la declamación, que fueron en tiempos elementos básicos del sistema escolar estadounidense, han ido desapareciendo gradualmente. Los programas de retórica en las universidades se han reducido, incluidos los departamentos de comunicación, o eliminado definitivamente.
"Ya no tenemos ese tipo de cultura oral", se lamenta James Engell, autor de The committed word. Literature and public values ['La palabra comprometida. Literatura y valores públicos'], que enseña retórica en Harvard. "Estamos en una cultura que devalúa nuestro concepto de la memoria". (…)
Pero los científicos contemporáneos han descubierto que los ejercicios de memorización pueden mantener a raya la demencia, alumbrando el mundo del 'neurobic' [entrenamiento cerebral].
La memoria necesita entrenamiento, igual que los músculos abdominales. Los investigadores han demostrado incluso que recitar poesía en hexámetros dactílicos, una especie de contador, puede ayudar a sincronizar los latidos cardiacos y la respiración.
Por supuesto, la tradición oral ha estado en decadencia desde la antigüedad. El auge de la alfabetización y de la tecnología literaria paró los pies a la tradición oral y llevó a una crisis de comunicación que, como sostenía Eric Havelock en su famoso libro 'La musa aprende a escribir', tendría su reflejo en la modernidad. El actual analfabetismo funcional y las nuevas tecnologías complican todavía más el problema, al ofrecernos más memoria libre y más sucesos fragmentados que nunca. (…)
El texto completo puede leerse aquí.
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