El cine es una herramienta con un enorme potencial para generar conocimiento y en este sentido ha producido grandes obras a lo largo de su historia. Sin embargo, el cine en muchas de sus manifestaciones actuales y más comerciales, parece alejarse a pasos agigantados de ese perfil. En todo caso, la obra de determinados cineastas, grandes artistas por encima de todo, nos permite considerar al cine como una fuente de conocimiento, de ayuda para analizar nuestra realidad mediante propuestas dirigidas a nuestras conciencias. Así ocurre también con la literatura, el teatro o la pintura, de manera que muchas de las claves interpretativas fundamentales sobre la vida son compartidas entre las artes mayores. De hecho, hay cineastas (artistas) que han elaborado sus aportaciones a caballo entre su obra literaria y cinematográfica, porque su mensaje es universal, independientemente del soporte expresivo que utilicen. Es el caso de Ingmar Bergman.
A través de su mirada hemos aprendido que con el cine podemos entender y representar muchas facetas del ser humano, cómo profundizar en su conciencia e intentar entender sus limitaciones y frustraciones, su capacidad de amar y de desesperarse, aunque el acceso sea a través de los personajes del mundo personal de Bergman. Su majestuosa manera de presentar las diferentes manifestaciones de la naturaleza humana ha quedado cerrada al haber fallecido el pasado 30 de julio a los 89 años en la isla de Farö (Suecia), donde vivía desde hacía años en una voluntaria soledad. Su gran capacidad para mostrar todos los pliegues del alma humana, con una profundidad no vista antes en la pantalla, ha propiciado un conjunto de obras extraordinariamente coherentes, sin que dicha coherencia haya ido en menoscabo de su evolución como artista y como ser humano.
Con motivo de su muerte el gran director de cine Woody Allen, gran admirador de la obra de Bergman, ha escrito a propósito de su fallecimiento:
“Bergman tenía raíces teatrales y era un gran director de escena, pero su obra cinematográfica no estaba embebida sólo de teatro; se inspiraba en la pintura, la música, la literatura y la filosofía. Su obra examina las más hondas preocupaciones de la humanidad y produce, muchas veces, profundos poemas en celuloide. La mortalidad, el amor, el arte, el silencio de Dios, la dificultad de las relaciones humanas, la agonía de la duda religiosa, el fracaso de un matrimonio, la incapacidad de comunicarse de las personas.”
(Este texto es la introducción de un artículo que será publicado completo próximamente en la revista Encadenados.)
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