sábado, 9 de octubre de 2010

Alta Tecnología, Deporte y Capitalismo

El mundo que envuelve a la Fórmula 1 es muy representativo de los modelos que hoy en día se aplican a los deportes de élite, en cuanto a su difusión en los medios, su capacidad para captar grandes audiencias y su explotación publicitaria por parte de grandes bancos y multinacionales, que pugnan por identificar su imagen de marca con grandes firmas de coches de carreras o pilotos transmutados en héroes. La combinación de estos elementos permiten análisis sobre los intereses creados entre los agentes citados, pero su proyección social y económica exige ir más allá en este tipo de análisis. Así, hay situaciones en las que sin ningún rubor se prescinde y además se declaran comportamientos alejados de la ética y que ejemplifican bien cómo el modelo ultraliberal que rige nuestros destinos se hace presente. Un ejemplo nos lo aporta el secretismo que envuelve a las carreras de coches. Tal como nos cuenta el periodista especializado en Fórmula 1 Oriol Puigdemont en un interesante artículo titulado Red Bull, al descubierto los equipos cuentan con su propia red de espías que les suministran información e imágenes que han solicitado previamente. Para copiar un sistema inventado por la competencia, las escuderías acuden a fotógrafos que siguen las carreras del Mundial para captar con todo detalle un alerón, un difusor o cualquiera que sea la pieza requerida. "Al acabar el día, los ingenieros reciben las fotos que han pedido, las analizan y estudian las opciones de incorporar ese elemento a sus prototipos", asegura un ingeniero de la escudería Hispania Racing. En muchos casos, el mismo fotógrafo recibe encargos de dos equipos que se están espiando entre sí. Con ello se persiguen dos cosas: descubrir los secretos que esconden los monoplazas más rápidos y, en caso de considerarlos ilegales, tener suficientes pruebas como para denunciarlo ante la Federación Internacional del Automóvil. Así, el organismo cuenta con una plantilla de comisarios privilegiada y, además, no paga un euro por ellos. "Muchos de estos ingenieros cobran un sueldo que la FIA no podría pagar". "Mi trabajo es llevar las normas al límite", asegura Ross Brawn, uno de los mejores ingenieros de la F-1, actualmente en el equipo Mercedes. "Nuestra labor es tratar de driblar el reglamento. La Federación Internacional de Automovilismo pone unas normas y nosotros tenemos que intentar saltárnoslas o aprovecharnos de los vacíos en el reglamento. Si vemos que algún coche lleva algo que puede ser ilegal, lo denunciamos. Pero, a la vez, ya tenemos preparada la pieza por si resulta que la dan por válida", puntualiza el ingeniero. Este tipo de mensajes se parece mucho al manejado por los responsables de la ingeniería financiera,que ha derivado en una crisis económica global. de nefastas consecuencias. No se trata de que me preocupe cumplir las normas, se trata de que no me pillen si las vulnero. Estas estrategias incluyen las denuncias entre equipos, no tanto para buscar el juego límpio como para evitar las ventajas de los contrarios. Por ejemplo, el equipo McLaren ha conseguido que se modifique la forma de medir la flexibilidad del suelo del coche, lo que ha tenido como consecuencia que se prohiba un elemento de amortiguación que empleaba el equipo rival Red Bull. La declaración de una de las personalidades más destacadas de este deporte, Ross Brawn, expresando su interés en tratar de sortear las reglas de juego del deporte para obtener mejores resultados que sus rivales, supone una explicitación de las estrategias que los poderosos que rigen la economía mundial aplican en beneficio propio. Malas prácticas y malos modelos para nuestra sociedad, proyectados en este caso por uno de los deportes más mediáticos y espectaculares que hoy podemos ver.

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