lunes, 18 de enero de 2010

Haití, la tragedia más terrible

Un joven trastornado camina desnudo por Puerto Príncipe (Foto publicada por El País en su edición digital).
En estos días es imposible no sobrecogerse con las noticias e imágenes que por múltiples fuentes nos llegan sobre la situación de Haití. Un devastador terremoto ha barrido buena parte del territorio de uno de los países más pobres del mundo. Las imágenes son desoladoras. Se hacen cálculos de que las víctimas mortales pueden llegar a 100.000. Es imposible no conmoverse y no sentir la necesidad de ayudar de alguna manera. La llegada de una catastrofe de esta magnitud, tiene que hacernos reflexionar sobre la condición humana. Como ocurre una y otra vez, más allá de la tragedia física, la insuficiente respuesta y la mala planificación en la gestión de las ayudas, agrandan las consecuencias de la catástrofe. En Haití, las aportaciones y envíos de los países, se acumulan en el aeoropuerto de Puerto Príncipe, y no llegan a la población. Los saqueos y la violencia extrema se adueñan de las calles.
Moisés Naím en un artículo publicado en El País.com reflexiona sobre algunos aspectos de esta terrible realidad: "Las imágenes nos estimulan a reaccionar y las nuevas tecnologías hacen muy fácil ayudar. Por Twitter circula el mensaje “Escribe HAITI y marca 90999 en tu móvil para donar 10 dólares a la Cruz Roja”. Un millón de personas en EE UU enviaron este texto, aportando así 10 millones de dólares que fueron cargados a sus cuentas telefónicas y transferidos a la Cruz Roja. Esta organización informa de que los fondos que está recibiendo para Haití superan a los de otras catástrofes. Los aportes de gobiernos, instituciones internacionales y empresas también han sido instantáneos y masivos. Dinero, medicinas, comida, maquinaria y personal especializado no van a faltar. Lo que va a faltar es la capacidad para usarlos eficazmente. Desgraciadamente, la experiencia demuestra que también decaerá la voluntad de la comunidad internacional para mantener el apoyo a Haití una vez que los muertos estén enterrados, los huérfanos desaparezcan de las pantallas de televisión y los periodistas se hayan ido a cubrir nuevas tragedias."
Una de las consideraciones a tener muy presente es que no basta con la buena voluntad. Siguiendo con las reflexiones aportadas por Moisés Naím en el citado artículo, podemos llegar a establecer consecuencias llamativas que pueden explicar, al menos en parte, la incapacidad de este país para gestionar su futuro y la complejidad de los intereses globalizados:
"Las organizaciones extranjeras que trabajan en Haití son a la vez beneficiosas y nocivas. Antes de esta última tragedia, la espantosa situación del país más pobre y disfuncional de las Américas ya lo había transformado en el destino prioritario para todo tipo de organizaciones no gubernamentales. David Brooks escribe en The New York Times que Haití es el país con más ONGs per cápita en el mundo. Esto por supuesto es muy bueno. Lo malo es que no hay gobierno que las coordine y que la presencia de tantas entidades foráneas con más fondos, personal y capacidades que la propia administración local hacen aún más difícil la labor de gobernar. Un problema aún mayor es que no todas las organizaciones atraídas por el caos de Haití son instituciones benéficas. También han llegado los narcotraficantes. Haití se ha convertido en el lugar preferido para el transbordo de las drogas que van de los Andes a Estados Unidos. Algunos de los personajes que más influyen en la política y la economía haitianas residen en México y Colombia: son los capos de la droga. A ellos el terremoto no les ha afectado."

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